Por Ismael Sambra
ismaelsambra@nuevaprensalibre.com
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No podemos separar cultura de religión. Hay que considerar el rol que
jugó la Iglesia católica en la conformación de una identidad
cultural americana. Y no hay por qué lamentarse de nada, porque lo
que pasó ya pasó y es historia. Muchos misioneros acompañaron
a los conquistadores en sus conquistas. El mundo indígena aunque se
resistió a la doctrina impuesta, finalmente asimiló las creencias
cristianas de los conquistadores españoles y esto, por ejemplo, se
ve en el sincretismo expresado en el culto a la Virgen de Guadalupe, símbolo
de devoción y similares íconos en todo el continente. A esto
le llamamos enriquecimiento en lugar de degradación como algunos pretenden
llamar.
Con la llegada de los negros africanos al Nuevo mundo en los tiempos de la
esclavitud, el sincretismo o conciliación se expuso en un largo proceso
casi natural y necesario para la supervivencia. Un mismo santo o deidad aparece
con nombres y ritos diferentes. Así la Virgen de la Caridad del Cobre
es la Ochún de la religión Yoruba de los africanos. Una cierta
tolerancia acrecentó estas manifestaciones y en este tránsito
de conciliación se evitaron guerras que el Viejo mundo sin embargo
no pudo evitar y más bien promovió a través de intransigencias
como las tristemente célebres Cruzadas.
Pero en la historia nada puede fijarse a un esquema, y nuestro reducido espacio
no nos da para demasiadas especulaciones. Sin embargo sabemos que los romanos
cuando invadieron Grecia resultaron conquistados o cautivados por la poderosa
cultura griega y que los moros no pudieron penetrar completamente cuando dominaron
en España, aunque dejaron sus huellas. La historia ha resanado sus
heridas y este acto conciliador o de asimilación entre diferentes costumbres
y culturas se nos presenta hoy día en un mundo cada vez más
necesitado de conciliación, en el mundo de paz y amistad que todos
queremos para bien de todos.
La integración me la explico de esta manera. Para los inmigrantes ha
sido un reto mantener sus tradiciones en los nuevos lugares de asentamiento.
Pero en los países abiertos a la inmigración las culturas se
mezclan y las religiones se concilian sin grandes conflictos. La mayoría
de los inmigrantes mantiene sus tradiciones, pero sus descendientes pocas
veces lo logran, más bien se funden para enriquecerse. La fórmula
funciona en última instancia con la integración y no con la
confrontación, pues los inmigrantes "invaden" los nuevos
territorios en funciones de conquistados o cautivados y no de conquistador
o cautivador.
Los emigrantes llegan a estos países muy conscientes, atraídos
por un mundo de aperturas políticas y desarrollo económico.
Los inmigrantes latinoamericanos que llegan a Estados Unidos y Canadá,
dos países del continente con cultura anglosajona, traen consigo sus
costumbres, sus religiones, mezcladas o sincréticas en cultos indígenas,
africanos y españoles y se integran armónicamente al nuevo estatus.
El multiculturalismo que estos países desarrollan a través del
sistema democrático de respeto a las minorías parece ser la
solución más adecuada para las divergencias. En las sociedades
multiculturales hay más oportunidades de adaptaciones a la modernidad.
Nos apoyamos en el Estado de Derecho que hemos alcanzado, alejado de fanatismos
xenofóbicos, fundamentalistas y discriminatorios. El mundo ha nacido
dividido por adversidad para después juntarse por necesidad.
Sin embargo, existen dos grandes culturas o religiones: Oriente y Occidente,
al parecer irreconciliables por la falta de motivación o política
global de conciliación. Pueden presentarse filosóficamente opuestas,
pero no lo son; porque se trata de una misma esencia humana, de un mismo Dios
interpretado con nombres diferentes. Los inmigrantes islámicos que
buscaron la Europa luego tolerante y desarrollada como refugio, aún
parecen distanciados por marginaciones y enquistamientos y este fenómeno
político-cultural necesita a tiempo el elemento transformador de esa
religión que entiende que Dios es uno solo y el mismo para todos.
Muchos musulmanes que viven en Europa, lejos de integrarse, crean sectores
radicales y avivan rencores del pasado y esto es aún muy peligroso
para estos cruciales tiempos. Muchos viven marginados y son presa fácil
para las doctrinas fundamentalistas que quieren hacer del Islam la religión
definitiva del planeta, la cual no intenta convertir a los llamados "infieles",
sino matarlos, tal y como intentaron las Cruzadas europeas en las guerras
de conquista y reconquista de las tierras santas de Jerusalén. El Papa
Juan Pablo II ya pidió disculpas a la humanidad por los errores del
pasado y dio los primeros pasos para la conciliación; y su doctrina
debe tener seguidores, porque se trata de que Dios es uno aunque las culturas
lo celebren de formas diferentes en este único mundo donde todos debemos
y tenemos derecho de habitar con dignidad, porque contra ambiciones de poder,
fundamentalismos, totalitarismos, dictadores y dictaduras de odio y venganza,
existe el Dios verdadero de tolerancia, amor y paz, interpretado así
tanto en La Biblia como en El Corán. Y nos alarmamos, cada vez más,
frente a un Irán con capacidad nuclear amenazando a un Israel con el
total exterminio de su territorio.
¿Pero qué ha sido la historia sino una serie de sucesiones de
vencidos y vencedores en tiempos de guerras de conquistas? Históricamente
hemos vistos que las guerras las provocan los criminales que se adueñaron
del poder, que arrastraron en el empeño a sus pueblos, y que estos
criminales generalmente perecieron bajo la misma espada que alguna vez agitaron
como bandera de triunfo. En los actuales tiempos, frente a esta nueva guerra
mundial como "guerra necesaria" que se libra contra el terrorismo,
la derrota de los fundamentalistas islámicos como declarados enemigos
es más que una simple necesidad, porque después se abriría
el camino para la completa conciliación entre estas dos grandes culturas.
Se acerca un nuevo año y los cristianos de todo el mundo celebramos
nuestras fiestas y tradiciones con un único mensaje en nuestra casa
tolerante y democrática. Conciliación es la palabra de orden
y no guerra de imposiciones y exterminios. Sólo hay un Dios y sólo
habrá una religión que haga verdadero culto y honor a Dios,
esa que definió José Martí como su religión definitiva:
La Libertad
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